
13 de agosto de 2025
La brecha salarial de género persiste como uno de los desafíos más evidentes —y a la vez más invisibles— dentro del mundo laboral actual. A pesar de los avances normativos, las políticas de equidad y los debates públicos, millones de mujeres en Europa siguen recibiendo menos remuneración por el mismo trabajo que sus compañeros. Esta desigualdad económica limita sus oportunidades presentes, reduce su seguridad futura y erosiona la cohesión social.
En la Unión Europea, las mujeres cobran en promedio un 13 % menos que los hombres por funciones equivalentes. Esta diferencia, aunque aparentemente pequeña en porcentaje, representa miles de euros anuales y repercute en su capacidad de ahorro, desarrollo profesional y acceso a bienes básicos.
El impacto de la brecha salarial no se detiene en la nómina mensual. Sus efectos se acumulan con el tiempo:
Pensiones más bajas: al percibir ingresos menores durante años, las mujeres terminan con jubilaciones significativamente reducidas.
Menor independencia económica: la desigualdad restringe opciones vitales como emprender, acceder a crédito o invertir en educación.
Vulnerabilidad estructural: las diferencias salariales perpetúan el riesgo de pobreza entre mujeres mayores y jefas de hogar.
La Comisión Europea estima que cerrar la brecha salarial podría aumentar el PIB regional en un 10 % y generar millones de empleos adicionales. La igualdad, por tanto, no es solo una exigencia ética: también es una estrategia económica inteligente. Garantizar que el talento y la productividad se remuneren de manera equitativa impulsa la innovación, la motivación y la competitividad empresarial.
La sostenibilidad económica y la social son inseparables. Ninguna empresa puede considerarse plenamente sostenible si su estructura perpetúa la desigualdad. Avanzar hacia la igualdad salarial real implica revisar las políticas de contratación, promover la transparencia retributiva y fomentar culturas corporativas más inclusivas.
En New Value creemos que la sostenibilidad también pasa por garantizar igualdad de oportunidades para todas las personas. Porque construir un futuro equilibrado significa reconocer que el progreso no puede medirse solo en cifras, sino también en justicia y equidad.