
13 de octubre de 2025
Cada año, el planeta enfrenta más de 350 desastres naturales, desde incendios forestales hasta inundaciones y sequías extremas. En las últimas tres décadas, el número de estos eventos se ha triplicado, y más del 90 % tiene relación directa con el cambio climático. El Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres nos recuerda que la prevención no es una elección, sino una necesidad.
El aumento sostenido de la temperatura global intensifica los fenómenos meteorológicos extremos. Las sequías prolongadas, los incendios masivos y las tormentas devastadoras destruyen ecosistemas, infraestructuras y fuentes de sustento. Cada catástrofe supone pérdidas humanas, sociales y económicas que podrían mitigarse con una planificación adecuada y una reducción efectiva de emisiones.
Más de 200 millones de personas pierden anualmente su hogar o sus medios de vida debido a desastres naturales. Las regiones más pobres son las que más sufren, no solo por su exposición geográfica, sino también por la falta de capacidad para recuperarse. La desigualdad incrementa la vulnerabilidad: sin recursos, las comunidades quedan atrapadas en un ciclo de pérdida y reconstrucción constante.
El crecimiento urbano desordenado, la pérdida de áreas verdes y la falta de planificación sostenible agravan los efectos de lluvias torrenciales o deslizamientos de tierra. La expansión de las ciudades sobre ecosistemas frágiles reduce la capacidad natural de absorción y drenaje del suelo, aumentando los daños materiales y las pérdidas humanas frente a cada desastre.
Alrededor del 75 % de los desastres naturales está relacionado con el agua. Sequías, inundaciones y tormentas responden a un mismo problema: una gestión hídrica deficiente y la alteración de los ciclos naturales. Restaurar ríos, humedales y cuencas no solo es clave para la biodiversidad, sino también para la resiliencia frente a eventos extremos.
Reducir los riesgos de desastre requiere invertir en prevención, restauración de ecosistemas y adaptación climática. Promover infraestructuras sostenibles, proteger entornos naturales y fortalecer la educación ambiental son pasos imprescindibles para revertir la tendencia actual.
El futuro no puede depender solo de la respuesta ante la catástrofe. La verdadera transformación se alcanza fomentando una cultura de prevención, resiliencia y sostenibilidad, donde anticiparse al riesgo sea la mejor forma de proteger la vida en el planeta.